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Yo y el sexo

Yo y el sexo

Me llamo R….. nací en un pequeño pueblo del Valle de Ricote en el año del señor de 19.., un día de agosto, fruto de la unión de unos chavales de 15 y 19 años, en una España gobernada por un general que había ganado, según me enteré años después, una guerra civil.
Siendo un niño nuestra provincia se vio sacudida por el virus de la poliomielitis y tanto yo como una prima un año mayor, que vivíamos en la casa familiar de nuestros abuelos, la padecimos. A ella apenas le quedaron secuelas, pero a mí me afectó la pierna izquierda de tal manera que mis progenitores se vieron obligados a marchar a la isla de Mallorca para que el Dr. Llopis (una eminencia de aquella época en este tipo de operaciones) me operara en un intento de mejorar las secuelas de la polio. Todavía recuerdo el trauma de llevarme medio sedado al quirófano, aquellas mascaras vestidas de blanco que me rodeaban antes del comienzo de la operación y las tarjetas de felicitación navideñas que me llegaban desde el hospital con médicos que llevaban serruchos en las manos en plan comic (maldita la gracia que me hacía aquello). Después de años de ejercitar los músculos de aquella pierna, gracias a la operación y al esfuerzo en la rehabilitación puedo hacer una vida más o menos normal.
1. A principios de los años s……., mi familia consiguió una de las viviendas sociales que por aquella época se entregaban a la gente con pocos recursos económicos y empecé a socializar con hijos de otras familias que vivían en alguno de los tres bloques que se construyeron a tal fin.
Eran viviendas pequeñas y en cada portería se ubicaban dos viviendas en planta baja y dos en planta primera, todas ellas tenían un patio que algunos reconvirtieron para ampliar los metros habitables y hacer más cómoda la vida diaria. En mi portería y en planta baja vivía un chico dos o tres años mayor que yo (L G.) y dos hermanas (M la mayor con unas tetas esplendidas y vello púbico en sus genitales y E unos pocos años más pequeña que yo); y en la primera planta una madre viuda con unos hijos ya mayores. El mayor se fue a Australia en aquella época en busca de mejor fortuna ya que aquí a lo único que podía seguir aspirando era a coser las lías de cáñamo o esparto en su banco de madera.
M aprovechaba las mañanas o las tardes que sus padres no estaban, su padre (R) trabajaba por las mañanas en un horno de pan y por las tardes de verano salía con su carrito de helados a la plaza y allí vendía sus limonadas junto con su mujer (M), para citarnos en su casa. Una vez allí nos metíamos a su habitación y la muy pilla jugaba a médicos con nosotros, nos bajaba los calzoncillos nos manoseaba tocándonos la pilila para ver cómo estaba y buscando una erección nos acariciaba los huevos, nos tomaba la temperatura, nos la ponía dura y yo notaba como se frotaba los muslos para evitar que se le escaparan los flujos vaginales del gusto que le provocaba acariciarnos y como se le humedecían sus bragas. Fueron mis primeras tomas de contacto con el sexo contrario, si es que podríamos llamarlo así, exento de malicia y con la inocencia de un niño que no había tenido nunca experiencia alguna y que por su minusvalía estaba sobreprotegido, del entorno que le rodeaba, por su familia.
2. Aquella fue también la época del descubrimiento del sexo con mi propio género con varios de los vecinos que vivíamos en aquellos bloques. En la planta baja frente a las niñas mencionadas vivía L, él y yo nos solíamos duchar en el patio de mi casa durante el estío del verano para aguantar la canícula y allí, con el agua cayendo sobre nuestros cuerpos, él frotaba el glande de su polla con la mía, yo notaba como alcanzaba la erección al apretarse contra mi golpeando y cogiéndome del culo cada vez con más insistencia, con más fuerza, excitándose y jadeando cada vez más y más, hasta que eyaculaba en mi barriga, creo que yo todavía no lo hacía, pero el placer que alcanzaba con aquellos juegos era inmenso. Aquella imagen de dos pollas imberbes, pequeñas, sin vello púbico la mía, frotándose una con la otra, hasta ponerse erectas, el placer que ello provocaba, notar su esperma caliente resbalando por la piel, no se me ha olvidado.
Hasta que una de aquellas tardes de aquellos veranos mi tío nos pilló frotándonos uno contra el otro y ante mi sorpresa nos dijo “¿pero que hacéis? eso no se hace, es pecado, salid de ahí ahora mismo y que no os vuelva a ver haciendo esto, ¡vais a ir al infierno!” y allí nos dejó traspuestos y con la sangre fría. Obvio decir que allí se acabó el frotamiento y las numerosas tardes de estío y sexo con L.
3. En la portería de al lado vivía otro niño mayor (A. M. P., todavía me acuerdo de sus apellidos), tenía la misma edad que L y con el tiempo pensé que uno le habría hablado al otro de mí y lo que hacíamos en la ducha, ya que él no era del grupo de niños de mi edad, pero entablamos cierta amistad y relación. Un día me dijo si había alguien en mi casa para ir a ella a jugar, así que cono no había nadie subimos y en mi habitación me preguntó si me habían chupado la polla alguna vez, le dije la verdad: nadie me la había chupado. Era tal mi ignorancia en estos temas que no sabía que la boca se podía utilizar para chupar una polla o que la polla la podías meter en una boca para dar y obtener placer. Una vez allí me dijo que me sentara al borde de la cama, él se arrodilló delante de mí, me bajó los pantalones con ansia, me la sacó y empezó a acariciármela, cuando notó que la erección empezaba se la metió en la boca y empezó a deglutir mi miembro ya totalmente erecto como si se le fuera la vida, tan pronto la punta de su lengua me recorría completamente el glande, como se la tragaba entera, se la sacaba, bajaba para chuparme los huevos, se la volvía a meter y cada vez que pasaba su lengua por el extremo de mi pene y por la parte de detrás del glande me estremecía de placer, gemía e intentaba sacársela de su boca, pero no me dejaba y él lo repetía una y otra vez, una y otra vez hasta que consiguió lo que quería, que explotara en su boca. Fue una experiencia brutal, magnifica, especial, sentí algo que no había sentido nunca, mi cuerpo temblaba y temblaba, era incapaz de detener aquellos espasmos, hasta que poco a poco recuperé el control de mis músculos. Luego supe que eso era un orgasmo. Aquel fue el primero de muchos más con poco más de doce años. Todavía me pregunto qué pasó, porque no volvimos a hacerlo jamás.
4. Las viviendas sociales, como he comentado, eran tres bloques y en el bloque de atrás vivía la familia de A…. En aquellos años solo existían relojes de cuerda y con una maquinaria susceptible de romperse pero que se podía reparar y A…. se dedicaba a ello en un pequeño taller que tenía en la carretera de acceso a las viviendas. Tenía dos hijos y una hija. Como el negocio le iba bien fue la primera familia en tener TV y los amigos de sus hijos (todos intentábamos ser amigos) íbamos a su casa para ver las series que se emitían, (recuerdo la de un detective que iba a silla de ruedas), cuando nos invitaban. Así conocí a su hijo J.M.M y aprendí otras formas de tener sexo.
Mi familia, tenía el comercio en el centro del pueblo que distaba de nuestro domicilio 1,5 KM. y yo subía o bajaba en mi bicicleta, después de ir al colegio, de vez en cuando. Era un año en el que hubo olimpiadas y nosotros ya teníamos también un televisor. Cada vez que podía pedía permiso para bajar a casa y cuando me lo concedían bajaba, encendía la Tv y me ponía a ver a las gimnastas con aquellos bañadores pegados al cuerpo que realzaban sus pechos y que casi mostraban lo que se escondía en la entrepierna de cada una de ellas, me las imaginaba desnudas, adivinaba la forma de sus genitales a través del bañador y recostado en el sofá me quitaba los pantalones y me masturbaba viendo aquellos cuerpos tan eróticos.
Un sábado puse la excusa de bajar a casa para ver las olimpiadas porque había quedado con J en ir a mi casa a toquetearnos.
Me bajé, pasé por su casa y nos fuimos a la mía. Cuando llegamos al portal las vecinas de la planta baja allí estaban haciendo sus lías de cáñamo o de esparto sentadas en aquellas sillas bajitas de anea que había entonces. Nos vieron, nos miraron con recelo como diciendo: “que irán a hacer estos solos en la casa” y nosotros sin hacer caso de las recelosas miradas subimos las escaleras que en dos tramos llevaban a mi portal.
Abrí la puerta con sigilo para que la vecina de enfrente no nos oyese abrirla y nos fuimos derechos al baño, desde la ventana yo podía ver la cuesta que bajaba al barrio y por lo tanto divisar con tiempo suficiente si alguien de mi familia bajaba y así poder huir rápidamente. Bajé la persiana enrollable de finos listones de madera de aquella época y la empujé un poquito para ver sin ser vistos, mientras me arrodillaba en la tapadera del wáter.
J se puso detrás mío, me bajó los pantalones con prisas, yo terminé de bajarme los calzoncillos y sin esperármelo “el muy cabrón”, sin yo advertirlo, se echó saliva en su polla y me la metió en el culo. Fue una sorpresa, no me lo esperaba, otras veces habíamos estado jugueteando, frotándonos, tocándonos, pero nada más.
Pero aquella mañana lo hizo, su polla era de las que tenía gruesa la parte de abajo, pero a medida que ascendía iba disminuyendo el grosor hasta llegar a su glande el cual terminaba en una punta casi afilada recubierta por el prepucio cuando estaba en descanso y al descubierto cuando alcanzaba la erección, por eso no le costó trabajo introducirla y mi culo no sufrió ningún daño a pesar de la embestida. Empezó a bombear y a bombear despacio, la metía y la sacaba sin prisa, pero sin pausa, recreándose en ello, mientras una de sus manos ora me masturbaba ora me estrujaba los huevos, ora me cogía de la cintura para penetrarme más profundo con golpes secos de su vientre en mis nalgas y haciendo que todo mi cuerpo se estremeciera en cada una de las embestidas. La sensación de tener su polla dentro de mí me recordaba a la de ponerte un supositorio, entraba, pero los músculos del culo querían expulsarlo y a la vez deseabas que entrara otra vez para poder expulsarlo. Y así una vez y otra.
Con cada golpe que me daba, a cada embestida yo le pedía más y más. Me cogí el culo con las dos manos y se lo abrí para que entrara más dentro, más profundo, para que me atravesara de parte a parte. Fueron unos minutos intensos, largos y de pronto empezó a bombear más rápido, más fuerte, más profundo, su polla y sus huevos chocaban con mis nalgas y el sonido me pareció rítmico, potente, sonoro, su mano empezó también a meneármela más fuerte, al mismo ritmo con el que me follaba el culo, empezamos a jadear, a gemir mientras él se corría dentro de mí y yo me corría en su mano. Fue la primera vez, pero no la única.
5. En mi pueblo teníamos dos cines uno de verano y otro de invierno y en aquellos años una de las pocas distracciones que la gente tenía era ir al cine los sábados y los domingos. En el pueblo vivía una chica llamada P que se dejaba toquetear si le pagabas la entrada del cine. Mis amigos J L, P y Á me habían dicho que era verdad, pero yo no me lo creía, hasta entonces todas mis experiencias en el terreno sexual había sido con gente de mi mismo sexo y me apetecía experimentar otras cosas. Así que un domingo mis amigos quedaron con ella y yo los acompañé con la intención de subirme a la zona del “gallinero” con ellos y ver qué pasaba. Lo que no sabía era que un amigo de mi padre nos vio y se chivó diciéndole que “tu hijo va por el pueblo con la puta de la P”.
Me pilló antes de poder hacer nada, me llevó a casa y allí se quitó la correa de “cuero entrelazado” que siempre llevaba y empezó a pegarme con ella. Era un fiel discípulo de aquello de que la letra con sangre entra.
Estoy seguro que aquello me causó un trauma. Porque la primera vez que en una despedida de soltero nos fuimos mis amigos y yo a un prostíbulo bastantes años después, pagué a la chica y fui incapaz de penetrarla, no se puso dura a pesar de que era una colombiana espectacular y de la que todavía recuerdo el roce de su piel en mi cuerpo y en las yemas de mis dedos.
Probé en una ocasión más y nada.
Hasta que di con una brasileña con un cuerpazo escultural, unos pechos hechos a medida de mi mano con unos pezones duros y una aureola rugosa a su alrededor, con una piel preciosa cuyo tacto al acariciarla me provocó automáticamente una erección increíble. Todavía hoy recuerdo su piel fuerte, curtida, tostada, su olor diferente, su vello rizado, fuerte, espeso que inundaba todo su pubis. Fue verla y no le di tiempo a nada porque temía que la erección que me había provocado se disipase. Nos fuimos rápidamente a la habitación de aquel puti-club de carretera y aquella diosa de ébano me desnudó, aprovechó mientras me aseaba para excitarme más tocándome con una sensualidad que no había conocido nunca para terminar en aquella cama una tarde de total y absoluta lujuria. Cuando salí de allí después de dos horas y media intensas era otro. Fue una experiencia increíble.
6. Pero volvamos donde nos habíamos quedado cronológicamente después del no episodio del cine. En el pueblo había un chico mayor que estaba terminando la carrera en la capital y que los fines de semana volvía al pueblo para pasarlo con su familia, su madre era viuda, tenía varios hermanos mayores que él con diversos oficios y la familia poseía bajos comerciales donde desarrollaban su labor. Uno de ellos que servía para almacén de materiales y que no se usaba con frecuencia, estaba apartado del pueblo cerca de la ribera del rio y cada vez que venía los fines de semana acompañado de dos o tres chicos más jóvenes se iba con ellos allí. Aquel bajo tenía una especie de oficina provista de mobiliario y en los cajones guardaba revistas eróticas y pornográficas, creo recordar que eran de origen francés con las que propiciaba que nos empalmáramos viéndolas y el aprovechaba para por encima de los pantalones tocarnos, notar si se nos había puesto dura y disfrutar de ello. Al rato desaparecía, yo creo que nos espiaba detrás de la cristalera y mientras nosotros nos corríamos viendo las fotografías de hombres y mujeres follando, él lo hacía viendo aquellas pollas juveniles, empalmadas y apetitosas. Todavía sigue vivo, es célibe y siguió haciendo durante muchos años lo mismo. Yo con el pique de seguir viendo aquellas revistas prohibidas en España y aquellas fotos pornográficas fui un asiduo asistente cada vez que me invitaba. Fue el primer pedófilo que conocí.
7. Pasaron unos pocos años más, la situación económica de mi familia mejoró y eso me permitió ir a la capital de la provincia para estudiar una carrera. Era el año 19..
Estudié Magisterio y aquellos años fueron los mejores años, un chaval de 17 años, solo en la capital, con autonomía total y con dinero (200 pesetas a la semana, la cerveza costaba entonces en España 2 pts.), ya os podéis imaginar.
Me inscribieron en la Residencia de alumnos, pero duré allí tres meses, en Navidad ya me había ido a un piso particular de alquiler con amigos. Fumaba Winston para impresionar, algún que otro porro de marihuana, wiski Johnny Walker, juegos de Guija, poker…., por la noche nuestro partidito de futbol, algún que otro Bingo e ir a una zona cercana de playa donde existían salas con actuaciones de destape integro.
En esta época universitaria fue cuando por primera vez se la chupé a alguien.
Se llama J. C.S. y nos conocíamos del pueblo, estudiaba química, tocaba la guitarra, hacia auto-stop, vivíamos en el mismo piso y dormíamos en la misma habitación y a veces en la misma cama.
Bueno a lo que iba, mi primera MAMADA.
Ya he dicho que dormíamos en la misma habitación y una cosa llevó a la otra. Pasó sin planearlo porque yo nunca me había insinuado y el tampoco. Era una noche del mes de mayo de 19.., aquel día había hecho un calor terrible y no podíamos dormir, nos habíamos quedado solos el fin de semana porque el lunes teníamos exámenes y preferimos quedarnos y estudiar.
Estábamos medio desnudos, el estudiando en la mesa y yo echado en la cama con libros y apuntes por todas partes. No recuerdo la razón, pero el hecho es que sin darme cuenta se echó en la cama a mi lado y empezamos a hablar de fulanita, de menganita, que si tiene unas tetas preciosas, que si el culo de aquella está como el pan y mi polla empezó a levantarse y la suya también.
Sin darnos cuenta se puso encima de mí y empezó a hacer movimientos como si me la estuviese metiendo, se bajó el bañador y yo hice lo mismo, su polla ya estaba totalmente dura y la mía también. Continuamos frotándonos y frotándonos, era algo que ya había olvidado y empecé a recordar cosas pasadas, le dije que se bajase de encima y que se acostase, cogí su polla entre mis manos y empecé a acariciarla con mi lengua, como recordaba me lo habían hecho a mi tiempo atrás. Empezó a retorcerse igual que yo y aquello más me excitaba, y cuanto más me excitaba más ganas tenia de chupársela, Se la llené de saliva y entonces se la cogí con las dos manos y empecé a meneársela, a pasarle las manos llenas de saliva por el glande una y otra vez. El seguía retorciéndose y gimiendo. Me la volví a meter en la boca y empecé a bombear de nuevo desde la punta hasta abajo, una y otra vez mientras mis manos estrujaban sus huevos para ordeñarlo y sacarle toda la leche. Fueron unos minutos frenéticos y al final se corrió en mi boca. Fue una locura.
Fue la vez que más dura se me puso, lo puse boca abajo, me eché saliva en el dedo índice y empecé a metérselo por el culo poquito a poco al mismo tiempo que seguía echándome saliva a la parte del dedo que no le había introducido todavía y así poco a poco se lo metí entero y empecé a bombearle dentro.
Repetí la operación con el dedo corazón y poco a poco le fui metiendo esta vez los dos para que el anillo anal se relajase y pudiese meterle mi polla. Cuando vi que estaba relajado y que los dedos entraban con facilidad, le cogí la cabeza, se la giré y se la metí en la boca para que la llenase de saliva, se la tragó entera y cuando su saliva me chorreaba por los huevos la saqué para metérsela en su culo cada vez un poco más hasta meterla entera.
Cuando lo conseguí, eché todo mi peso encima del suyo y empecé a bombear, a bombear cada vez más fuerte, dándole con mis huevos en sus nalgas hasta correrme dentro y dejarle chorreando la leche por el culo. Fue un final de curso espectacular.
Hasta aquí mis experiencias de chico y de adolescente hasta abril de 19.. en que me eché una primera novia del pueblo llamada E. que nunca quiso que le hiciese nada, se montaba conmigo en la Vespino e íbamos para acá y para allá, pero de sexo nada de nada. Acabó casándose con uno de mis amigos y al poco tiempo de casarse tenía que follar con otra porque ella era demasiado “santurrona”. Menos mal que terminé con ella.
Tuve un intento de salir con una chica compañera de estudios durante el bachillerato llamada MD. M.C. pero un malentendido por mi parte hizo que la perdiera de vista en la Uni. Un segundo intento con otra de un pueblo vecino con la que rompí porque ella había venido a la capital a estudiar y yo no estaba muy por la labor el primer año de mi liberación parental.
Al año siguiente conocí a la que iba a ser mi mujer durante 32 años para con posterioridad separarme de ella y encontrar años después a la actual.

Pero eso es otra historia.
Aloo924
Published by aloo924
1 year ago
Comments
5
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aloo924
to SYMCO1 : Merci
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Quelle belle histoire et comme elle est bien écrite... Nous en voulons plus
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cuenta la siguiente amigo... ansioso estoy
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aloo924
Muchas gracias Περσεύς.
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taniasumisa
que buena historia y que bien escrita... queremos mas
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